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Cómo es el cónclave para elegir al nuevo Papa: paso a paso, así se definirá el sucesor de Francisco tras su muerte

El Vaticano pone en marcha un tradicional proceso con rigurosos rituales.Los cardenales menores de 80 años determinan con su voto quién es el elegido.

La muerte de Francisco deja a la Iglesia en «sede vacante», un período excepcional que concluirá con la celebración de un antiguo y ceremonioso ritual para buscar un sucesor: el cónclave que elegirá al nuevo Papa.

Del latín «cum clave» (bajo llave), se trata de una reunión en la que los cardenales menores de 80 años se reúnen en la Capilla Sixtina, a puertas estrictamente cerradas, para elegir al próximo Pontífice que liderará la Iglesia y no volverán a la «libertad» hasta completar su misión.

La «sede vacante» sigue un ritual claramente estipulado en el que «nada se ha de innovar», según obliga el Derecho Canónico. A continuación, las claves de una ceremonia centenaria y hermética.

Tras la muerte del Papa, la Santa Sede queda en manos del camarlengo, actualmente el estadounidense Kevin Farrell, quien convoca a Roma a todos los purpurados para las exequias y para organizar la sucesión.

El cónclave se celebra con los cardenales encerrados para animar al acuerdo y evitar interferencias. Esta práctica surgió en el año 1270, cuando los habitantes de Viterbo, entonces sede pontificia, hartos de años de indecisión, encerraron a los «príncipes de la Iglesia» hasta elegir sucesor. Funcionó y el designado fue Gregorio X.

Así, en la fecha elegida, se encerrarán en la Capilla Sixtina para debatir el nombre del futuro Papa, aunque solo podrán votar o ser elegidos los menores de 80 años.

Esta jornada histórica comenzará con la misa «Pro eligendo Papa» en la Basílica de San Pedro y después los electores irán en procesión hasta la Sixtina cantando el «Veni creator».

Una vez dentro, ante el Juicio Final de Miguel Ángel, jurarán y luego el maestro de ceremonias echará a los ajenos proclamando «Extra omnes» (fuera todos) y cerrará sus puertas para garantizar la más absoluta privacidad (se usan incluso inhibidores de frecuencia).

Actualmente los electores son 135. La mayoría de Europa (53), seguidos por los asiáticos (23), los sudamericanos (17), norteamericanos (20), africanos (18) y de Oceanía (4). Francisco descentralizó la Iglesia con diez consistorios en los que creó purpurados «de las periferias».

Entre ellos habrá cuatro cardenales argentinos que tendrán poder de decisión y contribuirán a que haya o no fumata blanca.

La pequeña lista de los religiosos argentinos que elegirán al nuevo Obispo de Roma está integrada por el prefecto del dicasterio de la Doctrina de la Fe, Víctor Manuel “Tucho” Fernández; el arzobispo de Córdoba, el jesuita Ángel Sixto Rossi; el arzobispo de Santiago del Estero, Vicente Bokalic; y el arzobispo emérito de Buenos Aires, Mario Poli.

Abolidos los modos de aclamación y por compromiso, la elección se hará por escrutinio secreto. Para que sea válida la elección del Papa, se requieren dos tercios de los votos.

El primer día de encierro se realizará una sola votación y en los días posteriores, en caso de fracasar, dos por la mañana y dos por la tarde.

El «scrutinium» contará con tres cardenales encargados de escrutar el proceso y tres de revisarlo. Las papeletas serán rectangulares y en ellas se lee «Eligo in Summum Pontificem», mientras que en la parte inferior habrá un espacio para escribir el nombre del elegido.

Luego, cada purpurado llevará su papeleta hasta la urna y, ante los escrutadores, pronunciará el juramento: «Pongo por testigo a Cristo Señor, el cual me juzgará, de que doy mi voto a quien en presencia de Dios, creo que debe ser elegido». Después colocará la papeleta en un plato y con éste la deslizará en la urna.

Una vez que todos han votado, se procede al recuento. Los escrutadores leerán en alto cada papeleta mientras otro toma nota y un tercero las perfora con una aguja e hilo, uniéndolas en ristra.

Tras cada votación, se quemarán los votos en una estufa instalada para la ocasión en la Capilla Sixtina. El color del humo que salga por la chimenea anunciará al exterior el resultado: si es blanco, significará que se ha alcanzado un acuerdo. Si es negro, el cónclave deberá seguir. En el pasado se usaba leña o paja para intensificar el humo y evitar confusiones, pero ahora se emplean químicos.

Una vez un cardenal se imponga al resto, el decano Giovanni Battista Re preguntará al elegido: «¿Aceptas tu elección canónica para Sumo Pontífice?». De asentir, le preguntará cómo quiere ser llamado.

El nuevo Papa soberano es llevado enseguida a la sacristía de la Capilla Sixtina, conocida como la «sala de las lágrimas», donde habrá preparados tres trajes pontificios de varios tamaños (dado que es imposible saber de antemano quién será el elegido).

El último paso será anunciar la elección al mundo: «Habemus Papam» (tenemos Papa) es la fórmula que el protodiácono exclamará desde el balcón de la basílica vaticana. El nuevo Pontífice se presentará entonces al mundo e impartirá su primera bendición «Urbi et orbi».

Clarín
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