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Un exceso de demanda”. El ascenso meteórico de estudiantes de medicina, la carrera más elegida en la UBA y en algunas universidades privadas

El fenómeno se explica en gran parte por la llegada masiva de jóvenes extranjeros que, en su mayoría, abandonan el país luego de recibirse; los ingresos para aspirantes a médicos, que no son proporcionales a los egresos por la alta tasa de deserción, avanzan a pasos agigantados y dejan atrás en el ranking a psicología o administración de empresas

La Argentina, un país con exceso de abogados y psicólogos. Esta idea reina en el imaginario colectivo desde hace décadas y tiene su raíz en datos de la realidad: derecho viene liderando el ranking de carreras más estudiadas en los principales centros universitarios y psicología se encontraba hasta hace un tiempo en el segundo o tercer puesto, según el caso, muchas veces compitiendo con otras carreras tradicionales como la de contador público nacional o administración de empresas. Pero la radiografía cambió en los últimos años con el ascenso meteórico de medicina, que actualmente tiene la mayor cantidad de alumnos en la Universidad de Buenos Aires (UBA), en la Universidad Nacional de La Plata, en la Universidad de Rosario, en la Fundación Barceló y en la Austral, entre otras, según datos de la Secretaría de Educación a los que pudo acceder LA NACION DATA por medio de una serie de pedidos de acceso a la Información pública.

Si se toman en conjunto las estadísticas de 71 universidades públicas y 62 privadas del país, es la segunda carrera más estudiada, solo superada, por ahora, por abogacía. El énfasis en “por ahora” se debe a que, al mirar las cifras de 2010 a 2022 -las últimas disponibles-, se observa que los aspirantes a abogados se mantienen o aumentan levemente, mientras que los ingresos a medicina escalan a pasos agigantados. A nivel nacional, han aumentado un 106.6% en este período, pese a que se trata de una de las carreras más largas y sacrificadas, con salarios devaluados cuando llega la hora de ejercer.

Los porcentajes resultan especialmente llamativos si se pone la lupa en la Universidad de La Plata, donde los alumnos de medicina aumentaron en ese periodo un 175%. En la UBA, en tanto, el incremento fue del 64%. La universidad pública, que alberga a la mayoría de los estudiantes argentinos del nivel superior, llegó en 2022 a tener 13.387 aspirantes a médicos. Según fuentes del ámbito universitario, en los números no publicados de 2023 y 2024 continúa la tendencia al alza.

Se trata de un fenómeno que, sin embargo, no se refleja por ahora en un aumento de la cantidad de profesionales de la salud y, por lo tanto, no contribuye a paliar la crisis general del sistema, destacan los expertos.

En gran parte, la tendencia se explica por la llegada masiva de alumnos extranjeros que vienen a la Argentina para estudiar medicina, tanto en universidades privadas como públicas. En la UBA, por ejemplo, en 2022, el 32% de los aspirantes a médicos eran no residentes, proporción que se mantiene de acuerdo a los datos aún no difundidos de 2024. Hace dos años, había en el país un total de 36.230 extranjeros cursando medicina en distintas casas de estudios. Más de la mitad, 20.255, eran brasileños.

A nivel nacional, las últimas cifras oficiales muestran que uno de cada tres estudiantes de medicina no es residente en el país. El marcado incremento de extranjeros se da en una carrera en la que no faltan estudiantes, sino todo lo contrario: también los alumnos argentinos aumentan, aunque en menor medida que los que llegan de afuera.

Para comprender la migración de alumnos hay que entender la dinámica universitaria de países como Brasil o Ecuador, los dos principales “exportadores” de estudiantes a las facultades de ciencias médicas argentinas. En esos países, las universidades públicas -consideradas las mejores- tienen exámenes de ingreso que solo una minoría de los aspirantes logran aprobar. En el caso de medicina, las notas que se exigen son las más altas. Las universidades privadas, en tanto, tienen cuotas que son prohibitivas para una parte importante de la población de esos países.

“Rendí el examen para la universidad pública de Brasil dos veces. Fueron dos años enteros estudiando, y no pasé. La privada era directamente impagable: 1800 dólares por mes. Por mucho menos que eso, unos 500 dólares, vivo y estudio acá. Además, la UBA tiene mucho renombre en Latinoamérica, el nivel es realmente muy bueno”, explica la brasileña Helena Crisostomo Silva, de 33 años, desde las escalinatas de la Facultad de Medicina de la UBA.

Una vez recibidos, la mayoría de los estudiantes regresan a su países. “Acá me sorprende que se festeje cuando se egresa de la universidad. Allá es al revés: se festeja cuando se logra entrar. En Brasil, son muy pocos los que logran ser universitarios”, suma la joven, que vive en el barrio de Balvanera y planea irse tras hacer la residencia. “Acá los médicos están mal pagos, no son muy valorados”, afirma.

Su caso tiene puntos de contacto con el de Génesis Gaibor, estudiante ecuatoriana de segundo año de medicina de la UBA. “Ahora acá se han elevado los costos, pero sigue siendo más conveniente para nosotros”, cuenta la alumna, que también dio dos años seguidos el examen para ingresar a la universidad pública en su país. “Además, el nivel acá es mejor: tengo amigas que habían hecho hasta segundo o tercer año de medicina en universidades privadas de Quito y, por no poder seguir pagando, vinieron a la UBA y el CBC les costó muchísimo”, describe.

La preponderancia de alumnos no residentes es aún mayor en algunas universidades privadas del país. Según los datos brindados por el Ministerio de Capital Humano, en 2022, había más extranjeros que argentinos cursando medicina en la Universidad Abierta Interamericana (UAI), 1446 contra 843, situación que se repetía en la Barceló, que ese mismo año tenía 6804 estudiantes de otros países y 3438 residentes.

La Universidad Católica Argentina, en tanto, contaba en 2022 con un 23% de alumnos de países de afuera; la Universidad Maimónides, con un 27,7%; la Universidad Favaloro, con un 6.2%; la Universidad del Salvador, con un 3%, y la Universidad Austral, con un 0,3%.

Además de exigir la aprobación de un examen de español para poder empezar la carrera, algunos centros de estudios superiores ofrecen cursos de idioma a los aspirantes extranjeros. “Llegué al país sabiendo decir ‘hola´ y ´permiso’”, dice el brasileño Carlos Eduardo, de 23 años, que acaba de rendir un final en la sede de San Telmo de la UAI. No abandonó el portugués y usa ese idioma para charlar con sus compañeros que también vinieron de Brasil. Todos hicieron el curso de dos meses de español.

Pero el idioma no es la única barrera a la que se enfrentan los extranjeros. Algunos dicen haberse sentido discriminados. “A veces hay malas caras de algún docente cuando pedimos que repita lo que dijo. Otras veces, algún comentario de un compañero argentino, como ‘Por su culpa no tengo lugar’ o ‘Volvete a tu país’”, indica Helena. Alumnos argentinos no desmienten que puedan generarse situaciones de cierta tensión y afirman que está relacionada con la escasez de espacios disponibles, sobre todo en las universidades públicas, donde no hay cupos y el número de ingresos se multiplica. Desde 2015, por una modificación de Ley de Educación Superior, el acceso es libre e irrestricto para los egresados del secundario.

“Antes, la Universidad de La Plata, por ejemplo, ponía restricciones para estudiar medicina. A partir de 2016, aumentaron mucho los estudiantes argentinos universitarios, pero también los extranjeros, generando un exceso de demanda”, señala a LA NACION el especialista en educación superior Marcelo Rabossi, docente de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT) e investigador visitante en la Universidad de Nueva York.

Fuentes de la UBA sumaron el “efecto pandemia”, que se refleja en el crecimiento de estudiantes de los últimos cuatro años. Sostienen que, debido al rol protagónico que cumplieron los médicos durante la crisis sanitaria, muchos jóvenes descubrieron su vocación.

El aumento de la demanda universitaria, de acuerdo a la mirada de Rabossi, impacta de manera diferente en medicina en comparación con otras carreras. “Se necesita una infraestructura más compleja: laboratorio, hospitales para hacer las prácticas…y los recursos son limitados”, sostiene. Y todo en un contexto de ajuste del presupuesto universitario que, según los expertos, se viene acrecentando desde hace más de una década de manera progresiva.

“La facultad tiene algunos mecanismos regulatorios de la cantidad de alumnos, algunas materias, por ejemplo. Por eso hay una deserción enorme en el primer año”, plantea Rabossi.

De hecho, si se analizan las cifras de medicina a nivel nacional, se puede observar una alta tasa de abandono de la carrera: los egresos vienen aumentando en los últimos 15 años, pero no de manera proporcional a los ingresos.

La tasa de egresos de medicina de las universidades públicas del país fue en 2022 del 27%, tomando como referencia la cantidad de alumnos que ingresaron a la carrera siete años antes. Se utiliza este lapso en función del tiempo promedio que tarda un estudiante en graduarse. La tasa de egresos de alumnos de medicina en universidades privadas durante 2022 fue significativamente mayor: 69%.

Los expertos indican que la deserción es una de las razones por las que el aumento de la cantidad de estudiantes de medicina no se traduce en una mayor cantidad de profesionales. Pero no es la única: el decano de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud de la UAI, Alejandro Botbol, destaca otros dos motivos.

“Primero, la mayoría de nuestros estudiantes extranjeros no se quedan acá. Eso no es bueno ni malo. Si todos se quedaran, sería un inconveniente. Pero el problema es que muchos médicos argentinos también se van al exterior, antes o después de la residencia”, advierte el docente y cirujano cardiovascular.

A la vez, Botbol explica que entre los médicos argentinos y extranjeros que deciden continuar con su carrera en el país, hay una “crisis de médicos especialistas” que impacta de manera negativa en el sistema sanitario.

El experto aporta que la falta de profesionales en determinadas especialidades, como neonatología, es un fenómeno mundial. Pero en la Argentina, esta tendencia se acentúa por los bajos salarios de los médicos, que pasan por lo menos 11 años formándose para especializarse.

“Hoy, las especialidades a las que aspiran la mayoría de los estudiantes son las que mejor pagan y mejor calidad de vida permiten, pero los cupos son limitados, y muchos se quedan afuera de la residencia”, señala. Algunos de los que no continúan con su formación luego de recibir el título se dedican a la investigación en empresas privadas, una salida laboral que suele representar salarios más elevados.

La crisis del sistema sanitario llegó a niveles alarmantes en el país. Paradójicamente, más jóvenes se inclinan por estudiar medicina. La deserción durante la carrera, el regreso de los alumnos extranjeros a sus países tras la graduación y la falta de formación en especialidades esenciales son algunos de los aspectos que explican la convivencia de ambos fenómenos.

LN
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