Novedades

Se realizarán homenajes a Emma Barrandéguy

Se conmemorará la vida, obra y legado de la escritora, periodista, poeta, narradora y dramaturga gualeya, al cumplirse 110 años de su nacimiento. Habrá encuentros y lecturas de su obra con la participación de escritoras y actrices.

Las actividades, organizadas por la editorial independiente Camalote y la Secretaría de Cultura de Entre Ríos, se realizarán el próximo viernes 8 de marzo, cuando se cumplen 110 años del nacimiento de la escritora gualeya. La entrada es libre y gratuita.

En Paraná la cita será el jueves 7 a las 20 en la Biblioteca Provincial de Entre Ríos (Alameda de la Federación 278). Se presentará Amor Saca Amor, la obra teatral con la que Barrandéguy ganó su primer Fray Mocho, coeditada recientemente por Camalote y la editorial porteña Aguaviva. Participarán en la lectura dramática las actrices Charo Montiel, Gloria Mathern y María Mercado Doval.

También se llevará a cabo el lanzamiento de la convocatoria Aquí nos reúne la poesía, invitación realizada a nivel nacional, de la cual los participantes podrán formar parte enviando su poema homenaje a Emma Barrandéguy, que serán antologados en el libro a publicarse a mitad de año por las editoriales entrerrianas Camalote y Monte.

Para finalizar, diversas escritoras participarán de un homenaje poético leyendo parte de la obra de Barrandéguy. Estarán participando Belén Zavallo, Mariana Bolzán, Fernanda Álvarez, Graciela Gianetti, Rocío Lanfranco, Graciela Chisty, Sofía Arnaudín, Laura Sánchez, Jor Rodríguez, Mechita Daneri, y la bailarina y artista-performer Victoria Roldán.

En Gualeguay, el encuentro será el sábado 10 a las 20 en la Casa de la Cultura Museo Quirós (Alem 157). Con el apoyo de la Secretaría de Turismo, Cultura y Deportes de la Municipalidad de Gualeguay y la librería Papelucho se presentará la coedición de Amor Saca Amor. Del encuentro, participará el secretario de Cultura de la provincia, Fabián Reato, y la escritora Alejandra Cordero, con una lectura. También participarán otras escritoras del consagrado semillero literario gualeyo y el colectivo Escritoras de Gualeguay.

Nacida el 8 de marzo de 1914, quien se autodefiniría hasta el final de su vida como una simple periodista, Emma Barrandéguy fue también una escritora, poetiza, novelista, dramaturga, militante y feminista oriunda de Gualeguay, provincia entrerriana. En su juventud logró codearse con otros escritores argentinos renombrados en el universo literario como Juan L. Ortiz y Carlos Mastronardi, una triada que estaba unida por una ferviente ideología y militancia comunista. Ya a sus 23 años, Emma se traslada del pueblo a la gran ciudad, de quien escribirá luego que “Buenos Aires es hermosa porque aquí está el amor, (…) aquí está la libertad” (Barrandéguy, 2002:115). Es en este nuevo sitio en donde no solo se sumergirá, a nivel personal, en nuevas experiencias sentimentales y sexuales, sino que también entrará a trabajar como secretaria y redactora en el diario Crítica en el que permanecerá una buena parte de su vida.

Entre su abanico de obras literarias encontramos “Poemas” (1934-1935); Cartas (1943); “El andamio” (1964); “Las puertas” (1964); “Amor saca amor” (1970); “No digo que mi país es poderoso” (1982); “Los pobladores” (1983); “Crónica de medio siglo” (1984); “Refracciones” (1986); “Camino hecho” (1991); “Salvadora, una mujer de Crítica” (1997); “Habitaciones” (2002) y “Mastronardi-Gombrowicz: una amistad singular” (2004). Pero para el presente ensayo se tomará como insumo el material de cátedra de Literatura Argentina II y, sobre todo, el libro Habitaciones de la autora, ya que nos interesa centrar nuestra mirada en la cuestión autobiográfica en relación con una emergente literatura queer. Nuestra principal pregunta guía será: ¿A partir de la escritura autobiográfica podemos pensar a Emma Barrandeguy como una pionera de lo que actualmente conocemos como literatura queer?

¿POR QUÉ UNO DESPIERTA UN DÍA CUALQUIERA PARA SABERSE DISTINTO?

El libro Habitaciones de Emma Barrandéguy, cuya publicación se realizó en el año 2002, fue escrito originalmente hacia fines de 1950. No es una novela sino que su autora refiere a ella modestamente como apuntes “de catarsis”, aunque constituye una obra preciada para abordar y pensar en la deconstrucción de algunas maneras tradicionales sobre cómo se concebía la femineidad, así como las relaciones héteronormadas en una época en donde se dejaba de lado la existencia de otras formas de vivir o explorar la sexualidad. Habitaciones se encuentra estructurada en capítulos aleatorios en donde se destaca precisamente esta búsqueda de libertad, sobre todo en lo referido al plano erótico y sexual “disidentes” para la mentalidad conservadora de la década del ’50 en Argentina. Este es uno de los aspectos más atractivos de su lectura debido a que Emma relata naturalmente las distintas experiencias que siempre la han apartado de ser un cuerpo “productivo” destinado a la mera procreación. Incluso, su lucidez para observar la realidad la lleva a ser crítica de ese modelo de vida normado, llegando a sentir compasión por “las que no hemos tenido hijos o, mejor dicho, que no hemos practicado con bebés (…) y hay que ver con qué desprecio nos miran las mamás” (Barrandéguy, 2016:44).

Por otro lado, su narrativa en primera persona, la acercan a espacios mucho más subjetivos, humanos e íntimos, que poco tienen que ver con el ideal de una vida pulcra y cristiana: el plano del deseo y el goce; y, en su caso, más aún, referidos a la atracción femenina. Desde su voz, Emma pone de manifiesto el erotismo disidente de la heterosexualidad pero sin caer en la burla, lo ridículo, la vergüenza o la culpa. Ya desde temprana edad demostró ser una mujer que no “encajaba” no solo en lo referido a la orientación sexual hegemónica, sino que se sentía completamente ajena a la clase de vida que llevaban las demás mujeres residentes de su pequeño pueblo. Emma no tenía ningún sitio en el cual se sintiera plena y así lo manifestaba preguntándose incluso con pesadez “¿por qué despierta uno un día cualquiera para saberse distinto?” (Barrandéguy, 2002:40). Pero tenía justas razones, pues no era compatible con aquella vida repleta de reglamentos que aplacaban su curiosidad y eran un obstáculo para su intelecto, al punto de no entender siquiera “por qué está prohibido leer otros libros que no sean los indicados por la Iglesia” (Barrandeguy, 4 2016:20). Es decir, siempre existió en ella una diferencia latente que, de vez en cuando, desaparecía junto a Alfredo, su amigo-amante a quién le escribiría:

“A veces siento que solo están de mi lado, con gusto, los borrachos a quienes la familia detesta, como mi primo José Miguel, o los inútiles, los que al fin se suicidan, o los que viven pregonándolo, los que tiran piedras y esconden la mano. En fin, todos los resentidos, los hambrientos, los que carecieron de algo, de dientes, de afecto, los que en cualquier momento se han sentido parias, sin saberlo.” (Barrandéguy, 2002:40)

Entonces, podemos pensar en primera instancia que Emma configuraba la típica imagen del escritor ermitaño que siente que nadie lo comprende y a raíz de ello opta por mantenerse al margen de todo lo que sucede en el mundo real para ponerlo en perspectiva, aumentando su perspicacia, mirando más allá de lo que aquellas personas que forman parte de “algo” no logran notar a simple vista. Esto es interesante porque pese a su evidente intelectualidad con respecto al medio, Emma decide escribir desde un lugar modesto para que los lectores no se sientan en desventaja ni se pierdan de sus variadas reflexiones sino, al contrario, para que puedan entenderla teniendo o no los conocimientos suficientes para hacerlo.

Para sumergirnos en la literatura de Emma, no obstante, Laura Scarano advierte que no podemos separar radicalmente vida y obra, pero tampoco podemos explicar directamente una por medio de la otra, sino que tenemos que transitar por ese vaivén o borde paradójico, constitutivo de la autobiografía. En el caso de Habitaciones (2002) los límites entre la ficción y lo autobiográfico se funden, haciendo difícil que se establezca una diferencia clara entre el autor, el narrador y el personaje, en donde, además, convergen situaciones de la cotidianidad: viajes, intimidad, inclinaciones amorosas, etc. De las que Anna Caballé dirá: “aquello que se escribe con fechas y nombres propios no tiene por qué ser más revelador que lo que se dice mediante metáforas, parábolas o ficciones, pero sus repercusiones son muy distintas y tienen que ver con el interés y la curiosidad por los problemas personales de los otros, por extraños que nos sean, pues en el fondo se trata de problemas comunes a todos”. (Scarano, 2007:93) Reconocemos ahora que quizá, para la época, el contenido de estos “cuadernos verdes” (como los llamaba Emma) no podrían haberse catalogado como “problemas comunes a todos” —y pensamos también que Emma era una adelantada a su tiempo—, pero hoy sí podemos empatizar con su visión de mundo. Hoy podemos valorar su escritura con, digamos, “otra cabeza”.

Ahora bien, el receptor de Habitaciones asiste al “desnudamiento” de la autora. Los romances que Emma mantuvo con hombres y mujeres la condujeron casi inevitablemente a reflexionar acerca de la sexualidad y la represión. Este último componente la llevaría a que en su escritura “desarrollara estratagemas muy sutiles para mantenerse fiel a sí misma” (Barrandéguy, 2016:15). Por ejemplo, en las cartas a Alfredo, su confidente, la voz de Emma expresa sus sentimientos y pensamientos más genuinos respecto al anhelo de tener una vida normal y pedestre como la del resto. Expresa ella que “hallaba complacencia en buscar precisamente, en los demás, la grieta por donde se mostrara una estructura interior tan incompleta y defectuosa como la mía” (Barrandéguy, 2002:183). Y aun estando casada —recordemos que en 1939 se casó con Neil McDonald, un americano que, tiempo después, se embarcaría hacia otros rumbos y nunca más volvería a Buenos Aires— siguió experimentando la angustia de la insatisfacción personal.

Dentro de esta insaciable búsqueda de libertad y pertenencia, en varias de las experiencias eróticas que se relatan somos testigos de una de las más “reveladoras” anécdotas de Habitaciones, no por el contenido en sí sino por el contexto en el que fue producido. Esto sucede en una reunión en la casa de Emma, en la que ella se queda a solas con Hilda en la cocina cuando los hombres salen a buscar más bebidas. Sobre esta mujer confiesa que “iba seduciéndome al punto de que finalmente solo asistía a las borracherías mensuales por el afán de encontrarla” (Barrandéguy, 2002: 139) y que mientras el resto de las chicas le guardaban cierta distancia, a ella, por el contrario, la atraía cada vez más. Relata Emma:

“Qué hacés –me dijo tutéandome por vez primera–, dejá eso. Tenés ganas de que te bese, ¿no es así?” Sorpresa y timidez me trabaron la respuesta. Sólo asentí con la cabeza. Se hincó en el suelo frente a mí, con ademán resuelto levantó la pollera, bajó la bombacha y me besó. Y yo esperando con mis labios hambrientos. A partir de ese momento, toda yo fui un ser ansioso, enloquecido, frenético, detrás suyo como un perro tratando de repetir una experiencia que no había pasado de eso, pero que se convirtió para mí en una muestra de sabiduría, de deferencia, de halago, de cariño, de algo diferente de lo que era nuestra vida de grupo humano sin ton ni son”. (Barrandéguy, 2002: 140). Riberas. uner

 

compartir